CRÓMLECH

Paz Pérez Ramos, Ignacio Tovar, José María Bermejo, Concha Ybarra, Paloma Gámez, Las Ánimas, Quique Sarzamora, Elena Núñez Mallén

Lugar: galería ISOLINA ARBULU, Marbella
Organiza: galería ISOLINA ARBULU
Del 17 mayo 2024 al 15 de agosto 2025

Comisario: Sema D’Acosta

Para un pintor que evita los argumentos narrativos de la figuración, la búsqueda de un lenguaje propio desde lo sintáctico es el camino. Equilibrar forma, color y luz. Tener en cuenta la textura de la superficie, los volúmenes, los bordes y hasta la posición de un posible espectador. El asunto clave es saber mantener una cierta tensión, tener control sobre el resultado, no abandonar nunca una actitud escéptica con cada obra, que no es más que un paso necesario para afrontar la siguiente. Bien entendido, un cuadro debe ser un terreno de pruebas donde nunca se consiguen estados definitivos. Una pieza lleva a otra y a otra y a otra... Y así, semana tras semana, mes tras mes. Lejos de los focos, en la soledad del estudio y al margen de las pantallas. De hecho, las buenas pinturas no se interpretan bien a través de una interfaz. Por suerte, lo primordial, eso humano que prevalece vinculado a una idea abstracta o un sentimiento, no se capta con una fotografía y apenas se entiende haciendo scrolling con el móvil. Instagram tiene ventajas e inconvenientes para los pintores. A unos los potencia esa planitud, sobre todo a los que apuestan por el impacto visual; a otros los aminora, en particular a los que optan por la sutileza de una poética ininteligible. Este tipo de trabajos que necesitan de la relación directa con el público, podríamos enlazarlos con los planteamientos del filósofo ingles John Locke, cuyo argumento principal sostenía que el verdadero conocimiento se centra en nuestra experiencia de las cosas; no en el mundo en sí, sino en cómo nosotros experimentamos el mundo, una afirmación que antepone la percepción de la realidad al sucedáneo RGB que promueven las redes sociales.

Todas las obras seleccionadas para la esta exposición además de su evidente carácter sustractivo, tienen el inconveniente -en mayor o menor medida- de que son difíciles de reproducir para ser vistas a través de Internet, van contracorriente. Esa incongruencia que impide su correcta reproductibilidad supone un perjuicio que reduce su impacto a través de una web o WhatsApp. Paradójicamente, esa supuesta deficiencia para una buena comunicación según las necesidades del mundo virtual de hoy, se convierte aquí en un acto de rebeldía ante la insustancialidad del espejismo continuo que vivimos a diario. Para conocer estas piezas en su versión completa, hay que acudir a la sala y enfrentarse a ellas cara a cara. Como un concierto, el olor del campo o una performance. No hay negociación ni sustitutivo posible, son producciones que reivindican el cuerpo de un observador que las contemple de cerca, que se detenga a disfrutarlas. Sin exigencias, pero con pausa. El gesto mínimo que predomina en ellas posee componentes existenciales, cuenta un no se sabe qué relacionado con aspectos inexplicables de lo que somos, algo universal que responde al lenguaje introspectivo de cada uno de los autores incluidos. La pintura pensamiento-emoción evita la velocidad para disfrutar del proceso sin llegar antes de tiempo a los sitios ni desviarse de una senda propia. A veces, el resultado no se parece sensu stricto a un cuadro canónico, pero esa deriva empírica sigue proviniendo de una genealogía reconocible. Aquí, las sensaciones son más importantes que las formas, que ni siquiera se intuyen vistas en una pantalla. Ese reflejo que vemos es un mero icono inerte descontextualizado, una boya indicial fuera de escala.

info