Lugar: Centro Cultural Galileo, Madrid
Organiza: Centro Cultural Galileo, Madrid
Del 15 de octubre al 30 de noviembre de 2022
Comisario: Sema D’Acosta
Hay elementos en el paisaje que permanecen y perduran, más allá de cualquier lógica impuesta o la prolongada intervención del hombre, que mantiene una lucha con el medio desde hace milenios por conquistar la Naturaleza. La civilización debe esforzarse continuamente por controlar cada sitio donde llega, ajustándolo a sus necesidades. Nos empeñamos en domesticar el territorio y a la mínima se impone la tenacidad del tiempo, que funciona al margen de las leyes humanas, posee su propia escala. No se pueden dominar las olas del mar, el viento, la lluvia o las plantas salvajes. Tampoco la arena, poderosa y perpetua. Siempre cambiando, activa e impredecible, es un signo de vitalidad, el resultado de una larga erosión, un proceso lento pero inexorable donde las montañas, tras cientos de siglos, se acaban convirtiendo en valles. El desierto de Namib está considerado el más viejo del planeta, posee las dunas mas altas conocidas y una belleza enigmática que atrapa los sentimientos en la infinitud de un páramo absorbente que se prolonga por cientos de kilómetros desde el mismo borde del Océano Atlántico. Saleta Rosón viaja allí por primera vez en 2012, un paraje remoto ajeno a las rutas turísticas habituales de África, donde sintió una conexión especial con el lugar, algo que despertó de forma inexplicable su emotividad desde ese momento y avivó sus ganas de sumar experiencias en ese vacío único, lejos de todo.
Nature rules reúne una selección de fotografías realizadas en zonas desérticas de Namibia y el Golfo Pérsico, dos enclaves emblemáticos donde la autora se ha encontrado a sí misma a través de las imágenes. El paisaje no es sólo una porción de espacio, constituye un trozo de memoria que nos sirve para entender el mundo y nuestra posición en él. Observarlo con detenimiento, pararnos a ver sus matices, los cambios sutiles de la luz sobre las superficies, el color en el cielo o las texturas de la tierra agitada por el aire, nos permite acercarnos a lo que somos, mirar hacia el interior y asumir la inmensidad de la que formamos parte más allá de los entornos urbanos que habitamos y el ritmo trepidante que nos impone la sociedad hoy.
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