Lugar: Sala Siglo XXI – Museo de Huelva
Organiza: Área de Cultura – Diputación de Huelva
Del 26 de mayo al 26 de junio de 2009
Comisario: Sema D’Acosta
En los años cuarenta del siglo pasado, La Habana era conocida por sus casinos. Los americanos pudientes iban a Cuba a despilfarrar dinero, a beber ron y a disfrutar de sus playas. La población bullía. Después de la Revolución de 1959, tras la llegada de los comunistas al poder y confiscarse todas las casas de juego, su fulgente brillo se apagó. Fue sustituida por Las Vegas. De la noche a la mañana los estadounidenses construyeron una ciudad en medio de la nada que se convirtió en el nuevo centro de peregrinación de la diversión. Una urbe inventada en el corazón desierto para satisfacer los vicios y los excesos del capitalismo. Un lugar sin historia, vacío, que es la viva imagen de lo artificioso y las ilusiones vanas.
La tesis matriz del proyecto es enfrentar dos maneras contrapuestas de entender el mundo: por un lado, el concepto que representa Las Vegas, paradigma de nuestra sociedad del ocio; por otro La Habana, paraíso desdibujado que se ha convertido en un páramo de expectativas, un lugar extemporáneo que ha sido asolado por un falso sistema igualitario. Es la derrota de los anhelos frente a la cúspide de los despropósitos. La trivialidad venciendo al idealismo, Los hombres vulgares anteponiéndose a los esforzados. Es lo inalcanzable de Las Vegas (un No-Lugar en ningún sitio, habitado) midiéndose con lo tangible (un Lugar concreto, en una isla, como deshabitado).
Las comparaciones entre ambas ciudades son inacabables, cada una está en un extremo. Sólo las vincula un hecho anecdótico, un pequeño detalle que acaba siendo crucial en el éxito de Las Vegas, el juego. La estrella de La Habana se apaga para que comience a relumbrar Las Vegas. Si Cuba no hubiese cambiado drásticamente de sistema político, a lo mejor la ciudad norteamericana no hubiese existido. O sí pero de otra manera. Literalmente le toma el relevo. Las luces se apagan en el Caribe para ir a encenderse al desierto. Hasta hoy.
La idea es reunir dos series de fotografías de Ángel Marcos (Medina del Campo, Valladolid, 1955) para concebir un políptico de sensaciones enfrentadas que al vincularse se potencien. Unir sus instantáneas de ‘En Cuba’ (2004) con su último trabajo en Estados Unidos, ‘Un coup de dés’ (2008). Reunir ambos grupos de imágenes en un gran retablo dicotómico que, de manera diferenciada pero participada, enfrente el paisaje ruinoso -pero cálido- de La Habana, con las vistas desnaturalizadas, frías, de Las Vegas y sus alrededores. Ambos horizontes retratados por la mirada aséptica del mismo observador. Las obras por separado comunican y tiene pleno significado, pero contrapuestas adquieren más fuerza individual y más sentido global. Los grandes cineastas soviéticos como Eisenstein incluían en sus montajes elementos contrarios que enriquecían el discurso, consiguiendo con esta mezcla de opuestos tensión y dramatización.